No es la cura, es el sentido.
- Eric Bernal
- 2 may
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 3 may
No hay error.
No hay fallo.
No hay malfunción.
(Eso fue lo que nos dijeron:
que éramos cuerpos rotos,
máquinas mal hechas,
células traicioneras
que enloquecen sin motivo.)
Pero no.
El cuerpo no es un error.
El cuerpo es animal.
Y el animal no se equivoca.
El cuerpo responde.
No con palabras.
Con tejidos tejiéndose.
Con silencios escuchándose.
Con urgencias respondiéndose.
Porque vivir,
para el animal,
es apremiante.
Un día algo nos quiebra.
Una pérdida.
Una amenaza.
Una mirada que se retira
como si nunca hubiese estado.
Y entonces, el animal despierta.
No espera razones.
No necesita diagnósticos.
Actúa.
Como sabe.
Como puede.
Es la pleura que se ensancha
como piel de lobo
frente al peligro.
Es la vesícula que estira sus canales intentando tragar lo injusto como si fuera hueso atorado en la garganta.
Es el cuello uterino que ulcera,
como nido que se abre
en busca de un contacto amado.
Es la piel que se erosiona
porque la caricia se ha vuelto frialdad y ausencia.
Es la médula que suspende su aliento cuando el animal siente
que su vida ya no vale.
Es la dermis que se endurece
como caparazón de tortuga,
frente a un ataque imparable.
Es el músculo congelado
como ciervo sin salida, bajo la mirada del depredador.
Cada órgano resuena
con la música de la especie.
Cada tejido recuerda
lo aprendido en el ayer ancestral.
Nos dijeron que
el cuerpo calla.
Pero el cuerpo,
es el que canta.
Gime.
Tiembla.
Gruñe.
Suspira.
Nos enseñaron que
el síntoma es enemigo.
Que hay que cortarlo,
vencerlo,
callarlo.
(Como si la vida no supiera
cómo cuidarse.)
(Como si la evolución no estuviera
en cada célula.)
Pero yo he olido la memoria.
He bajado al sótano donde tiembla mi carne.
Y ahí,
mi especie aún respira.
El mamífero que soy
aún sabe.
Aún recuerda.
Y no hay caos.
No hay sinsentido.
Sólo respuestas.
Respuestas que
han cruzado milenios
para estar en mi.
Un saber más viejo
que el lenguaje.
Una escritura sin tinta,
hecha de carne,
de tiempo,
de espera.
La quinta ley
no desfigura.
Escucha.
Escucha al animal
cuando reacciona
con lo que tiene
en el momento
en que puede,
para no morir
en la escena que el alma
no supo comprender.
Y entonces dejo de preguntarme
por qué me enfermé,
y empiezo a preguntarme
para qué.
Para qué mi cuerpo
rugió así:
con fiebre,
con insomnio,
con tumor.
Y esa pregunta,
me devuelve al cuerpo.
Al animal que soy.
No es la cura
lo que busco.
Es el sentido.
Y el sentido,
cuando llega,
me devuelve el territorio.
Y es cuando yo
puedo, finalmente,
volver a casa.
Hermoso y profundo. ¡Gracias Eric!